Las personas viven con electricidad desde fines del
siglo XIX, y con acceso generalizado apenas desde el siglo XX, peroes ahora cuando se comienzan a
comprender las consecuencias en la salud de la luz artificial; surge la
inquietud de que algunas enfermedades graves podrían ser el resultado de la
disrupción circadiana (se refiere al reloj biológico humano que regula las
funciones fisiológicas del organismo para que sigan un ciclo regular), así como
de ser la causa de trastornos serios
como la obesidad, algunos tipos de
cáncer y alteraciones del estado de ánimo.
Y en
cuestiones ecológicas, la contaminación lumínica incluye episodios de
mortalidad en aves migratorias y en mamíferos marinos.
El nuevo Atlas Mundial del
Brillo Artificial del Cielo Nocturno, producido por un grupo de destacados
científicos dirigidos por el italiano Fabio Falchi, ha sido publicado hace poco
por la revista científica Science Advances.
El primer Atlas apareció en 2001, basado en un
sistema satelital menos preciso. El
nuevo, mide el resplandor de la
luz artificial –la reflejada de la luz eléctrica, que se esparce por la
atmósfera– en todo el mundo.
Los autores del Atlas aseguran que la gente no experimenta la noche real debido
a un crepúsculo artificial por el brillo en el cielo; “el país con mayor
contaminación lumínica es Singapur, en donde toda la población vive bajo un
cielo tan brillante que el ojo no
puede adaptarse completamente a la visión nocturna”. Agregan que la
luminosidad se expande: “El Valle de la Muerte obtiene resplandor de Las Vegas
y Los Ángeles y, por tanto, experimenta contaminación lumínica”.
En las regiones más afectadas de las grandes ciudades
de Europa, América y Asia, los niveles de luz locales fuera de las calles
pueden impedir o retrasar la hora nocturna normal de los seres humanos, que
debería comenzar con la puesta de sol.
La
contaminación lumínica crece a un ritmo
epidémico. El brillo del cielo no
es solo un problema de las grandes ciudades y zonas urbanas. Las
sociedades en vías de desarrollo también están adoptando la iluminación
eléctrica por la noche.
Los humanos tienen un ciclo construido de patrones de
sueño y de vigilia, hambre, actividad, producción de hormonas, temperatura
corporal y otros procesos fisiológicos; dura 24 horas y la luz –sobre todo la
del Sol– y la oscuridad son importantes para su funcionamiento.
El brillo del cielo que muestra el Atlas afecta directamente los ritmos circadianos de
los individuos, se parecen ahora a las gallinas en las granjas, que les prenden
la luz toda la noche para que no dejen de poner huevos. Y por si fuera
poco, la Vía Láctea ya no es visible
para una tercera parte de la humanidad.