Una decena de personas están reunidas en una sala de
conferencias en Tokio; en el escenario, un individuo proyecta videos.
Primer video:cuenta la
lastimosa historia de un hombre sordo y su hija. Ella sufre una
enfermedad terrible y la llevan apresuradamente al hospital. Él es incapaz de
comunicar que es su padre, y le prohíben pasar más allá de la recepción. El
video termina con el hombre inconsolable mientras su hija muere sola.
Segundo video; un
perro con una enfermedad terminal sufre, y sufren más quienes lo aman… Apenas
avanza la trama cuando se empieza a escuchar un sollozo por ahí, en la
sala. Sigue el terrible sufrimiento del perro, y suenan, de entre la
concurrencia, fuertes gemidos sin intención de disimulo. A los escasos minutos
ya la mitad de los asistentes miran la pantalla con los ojos cuajados de
lágrimas.
El tipo
que muestra los videos también llora, y hace recorridos entre el público para enjugar
las lágrimas de la gente con un enorme pañuelo de algodón y movimientos
delicados; dobla el lienzo con cuidado para darle a cada uno un trozo seco,
limpio. Se llama Rysei, parece modelo, se dedica a hacer llorar a la gente y se toma muy en serio su papel de enjugador de
lágrimas.
“Los
japoneses no están acostumbrados a llorar en frente de nadie. Pero una vez que
tú lloras frente a ellos, el ambiente cambia, particularmente en una empresa”,
señala Rysei, y añade que la idea es
mostrar vulnerabilidad; cuando otros ven que la fragilidad acerca a la
gente, se trabaja mejor como equipo.
Casi
todos los videos que presentan son de mascotas enfermas o de relaciones de
padre e hija. Parecen temas dirigidos a las mujeres, anota, sin embargo es
abierto para el que quiera.
La
clientela son compañías. Contratan la sesión y pueden elegir entre una
selección de hombres guapos llorones. Uno es un dentista que “llora” como
trabajo suplementario, también hay un gimnasta, un director de funerales y un
limpiabotas. Rysei es conocido como “niño lindo pero algo viejo”, tiene 40 años, mientras los otros lindos apenas
rondan los 20.
En Tokio, varias compañías han lanzado proyectos
similares, como sesiones de abrazos no sexuales y servicios para rentar un
amigo con quien llorar; y si es guapo, mejor,
Los
talleres de llanto son idea de Hiroki Terai, un empresario decidido a lograr
que los japoneses expresen sus emociones desde 2013. El negocio del llanto está
abierto para todos, “aunque los asistentes casi siempre son mujeres, todavía
algunos hombres se sienten pusilánimes si lo hacen”. ¿Por qué guapos los
jóvenes del pañuelo? “Resulta estimulante, nada más por eso”, dice el
empresario.