En México no somos muy afectos a la cultura de la previsión y disciplina financiera; no nos gusta mucho ser precavidos y prepararnos para las necesidades por venir. En general nos desagrada eso de andar ahorrando y cuidar nuestras finanzas, preferimos la filosofía del “ahí va saliendo” o del “después empiezo”. Y miré que no es solo la visión de su escribidor, sino lo que demuestra el análisis comparado con otras naciones.
Un buen ejemplo de ello es la renuencia que tenemos para comenzar la acumulación de un ahorro significativo para el retiro, una inversión que en su momento nos permita contar con una pensión suficiente para vivir nuestra jubilación. Si bien se trata de una necesidad que la gran mayoría estamos conscientes de que habremos de enfrentar, es muy poca la población que hoy está poniendo manos a la obra.
Lo comento porque el grueso de la ciudadanía que ahora se encuentra en plena capacidad productiva, a partir de la década de 2030 comenzará a entrar en la tercera edad, con lo que el bono demográfico de nuestra país se extinguirá y nos convertiremos en una nación de menos jóvenes y más adultos.
El punto es que ese grueso de la población que hoy produce a cabalidad, difícilmente contará con una pensión suficiente para hacer frente a las necesidades de la vejez. Y lo digo porque una buena parte no está cotizando en ningún sistema de seguridad social, o bien, lo están haciendo con una cantidad muy inferior a la que realmente perciben por todas sus actividades laborales, lo que en el mejor de los casos los dejará con una pensión mínima que no les permita sostener su nivel de vida acostumbrado.
Justo en estos tiempos en que la cultura emprendedora y el trabajo por cuenta propia están tan en boga, hace mucha falta que también fortalezcamos la cultura financiera de construirnos un buen ahorro para el retiro, pues de lo contrario estaremos apostando a que el futuro nunca nos llegue, lo que para fines prácticos constituye un verdadero suicidio.
Es importante tener presente que, en cuestión de finanzas, lo más caro que existe es el tiempo perdido. Lo comento porque comúnmente la mayor oposición a tratar estos temas se encuentra entre la gente más joven, principalmente en los profesionistas de entre 25 y 40 años de edad.
Ello constituye un altísimo costo de oportunidad, puesto que los mejores años para fondear una pensión a futuro, sin realizar grandes sacrificios en el estilo de vida actual, se desperdician por no asignarle algo de prioridad a los años venideros.
Resulta paradójico que los mexicanos más jóvenes y con menos compromisos financieros encima no tengan interés en destinar una pequeña parte de su ingreso para un plan de retiro, mientras que los más adultos y con mayores gastos familiares en su haber se sientan desesperados por no haber comenzado antes, debido a que ahora que ven la tercera edad a la vuelta de la esquina no cuentan con tanta solvencia como para construirse una buena pensión.
Por eso le escribo que el tiempo perdido es el principal enemigo de la rentabilidad, porque cuesta muchísimo recuperarlo. Sucede que la desidia no es buena amiga del interés compuesto.
Es importante señalar que no se trata de un tema de estilos o de gustos personales, no es algo que invada la privacidad financiera de las personas, sino incluso un verdadero tema de salud y política pública.
Imaginemos qué va a suceder en México cuando estemos llenos de gente adulta y sin pensión, y con pocos jóvenes en el mercado laboral. La verdad es que el escenario no luce nada favorable. Y desafortunadamente es algo que está a un par de décadas de distancia.
Y bueno, 20 años pueden parecernos muchos o pocos, pero eso sí, siempre dependiendo de qué lado del bono demográfico nos encontremos. Mire que no es un asunto de posibilidades, sino de prioridades. Nos toca a todos hacer conciencia.
Para mayor asesoría profesional al respecto, no dude en contactarme a mi correo: [email protected]
Amable lector, recuerde que aquí le proporcionamos una alternativa de análisis, pero extraer el valor agregado le corresponde a usted.