Una juventud envenenada de odio

“En los ojos del joven, arde la llama; / en los del viejo, brilla la luz”: Víctor Hugo

La Asamblea General de las Naciones Unidas define a los jóvenes como las personas entre los 15 y 24 años. Actualmente en el planeta hay unos 1000 millones de jóvenes. Esto significa que una de cada cinco personas está en ese rango de edad; es decir, el 18 por ciento de la población global.

A pesar de que esa cifra representa un aumento en números absolutos, en realidad la proporción de jóvenes en el mundo va en caída en relación con la población total. De hecho, desde la década de 1990, las tasas de crecimiento anuales de la población mundial de jóvenes han decrecido en todas las regiones del mundo, excepto en África.

Lo mismo ocurre en México. La Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (Enadid) 2014 reveló que la población joven de 15 a 29 años era de 29.9 millones, y aunque se observa un aumento respecto a 1990 cuando había 23.9 millones, su proporción con respecto al total disminuyó en 4.5 por ciento, producto del proceso de envejecimiento que vive el país.

La ONU ha identificado varios problemas que enfrentan los jóvenes hoy: la falta de acceso a servicios educativos y a empleos bien remunerados; el hambre y la pobreza; los riesgos de sumarse a las redes de organizaciones criminales y a las adicciones; el desplazamiento por conflictos armados; y los riesgos por un uso inadecuado de tecnologías de la información.

En el marco del Día Internacional de la Juventud, que se celebra este 12 de agosto, aquí un retrato de cómo esa falta de oportunidades provoca insatisfacción, angustia, enojo y, en casos extremos, odio en esos jóvenes que representan el futuro inmediato del planeta.

NI EDUCACIÓN, NI BUENOS EMPLEOS

Como pocos términos, el pegajoso acrónimo “ninis” —jóvenes que ni estudian ni trabajan— se ha posicionado con enorme éxito y ya es parte de nuestro lenguaje cotidiano. Quizá porque refleja un fenómeno real que se reproduce en todo el planeta.

La palabra es una traducción de “neet” (not in employment, education or training), utilizado por primera vez en 1999 en un informe de la Social Exclusion Unit, una oficina de apoyo del primer ministro de la Gran Bretaña.

De acuerdo con un informe del Banco Mundial, en América Latina 20 millones de jóvenes se encuentran en esa condición, una de cada cinco personas entre los 15 y los 24 años, y lo atribuye a la deserción escolar y el empleo precario.

En México, el fenómeno se elevó significativamente entre los años 2008 y 2013. Mientras en el resto del continente el porcentaje promedio de “ninis” es del 22 por ciento, nuestro país rebasa esas estadísticas. De acuerdo con el estudio “El Panorama de la Educación 2015”, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el 25 por ciento del total de la población mexicana de entre 15 y 29 años de edad es “nini”.

Si se toma en cuenta el dato del Inegi de 29.9 millones de personas dentro de ese rango de edad, México tendría entonces 7.5 millones de “ninis”.

En el Tercer Informe de Gobierno, la Secretaría de Educación Pública (SEP) reconoció un enorme déficit, pues solo estudia el 72 por ciento de los jóvenes de 15 a 17 años. En el nivel superior, la matrícula apenas alcanza el 30 por ciento de las personas de entre 18 y 22 años.

Por otro lado, la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) reveló que, en la última década, los trabajos que pagan hasta dos salarios mínimos se han incrementado en 35 por ciento, mientras que se perdieron 700,000 con sueldos de más de cinco salarios mínimos.

Así, la probabilidad de que los jóvenes mexicanos obtengan un empleo bien remunerado o de que continúen sus estudios se ve limitada por la falta de oportunidades. Y esto les abre otras puertas, entre ellas, las de la delincuencia.

DELINCUENTES JUVENILES: ¿VÍCTIMAS O VICTIMARIOS?

En México, unos cinco mil jóvenes están presos por la comisión de delitos graves, 22 por ciento de ellos por homicidio. Muchos de esos niños y adolescentes cayeron en las redes del crimen organizado por problemas familiares, pobreza, deserción escolar o adicciones.

Un claro ejemplo es el de Édgar Jiménez, el “Ponchis”, un adolescente que se enroló desde los 11 años en las filas de la delincuencia organizada y quien, tras su detención en 2010, con 14 años, confesó haber degollado a cuatro personas por órdenes de un líder del Cártel del Pacífico Sur.

El resto de los menores internados cometió delitos como secuestro, robo con violencia, robo de vehículo, delitos contra la salud y delincuencia organizada, según datos oficiales.

Además, otros 16,000 que durante 2014 cometieron otra serie de delitos no ameritaron el equivalente a una pena, aunque reciben tratamientos para su reinserción social.

La mayoría de ellos abandonó su casa por la violencia de la que eran objeto y 22 por ciento no conoció a su padre. De hecho, otro 24 por ciento considera que la persona que más daño le ha hecho en su vida es precisamente su padre, ya sea por su ausencia o maltrato.

Incluso, 28 por ciento de quienes cometieron algún delito dijo que no tiene sueños ni futuro porque “somos un desecho”, y que lo mejor sería no vivir.

POR LA PUERTA FALSA

La tasa de suicidios en México va a la alza. Entre 2000 y 2013 pasó de 3.5 a 4.9 por cada 100,000 habitantes, de acuerdo con información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

Sin embargo, esa cifra se eleva en la población juvenil convirtiéndose en el segundo motivo de fallecimiento en las personas de 15 a 29 años de edad, donde se registra el 40.8 por ciento de los suicidios, lo que eleva la tasa a 7.5 suicidios por cada 100,000.

La Secretaría de Salud estima que, diariamente, 16 jóvenes de entre 12 y 24 años terminan con su vida. El ahorcamiento, estrangulamiento o sofocación es el principal método de suicidio, seguido por el disparo con arma y el envenenamiento.

Más de la mitad de los suicidios entre los jóvenes son consumados por depresión y cerca de uno de cada cuatro casos se asocia al alcoholismo.

En México, más de 2 millones 387,000 menores de edad requieren algún tipo de rehabilitación por consumo de drogas, esencialmente marihuana, así como por abuso de alcohol, según datos de la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas en Estudiantes (Encode) 2014.

El sondeo elaborado por el Consejo Nacional contra las Adicciones (Conadic) ofrece otros datos preocupantes: un millón 798,400 menores de edad, de primaria a bachillerato, han probado drogas ilegales; de estos, 152,181 son estudiantes de quinto y sexto grado, cuya primera sustancia de consumo ha sido la marihuana, seguido de inhalables y cocaína.

En cuanto al alcohol, un millón y medio de estudiantes de secundaria y bachillerato han abusado de este al tomar más de cinco copas y con episodios de embriaguez, y solo en primaria “se han emborrachado 110,600 niños” en el lapso de un año.

La encuesta, levantada en las 32 entidades del país, tanto en escuelas públicas y privadas, también destacó que 345,000 menores de edad ya han consumido cocaína y que la edad de inicio para el consumo de drogas ilegales disminuyó de los 12 a los 10 años de edad.

Sin embargo, más allá de las tentaciones del alcohol y las drogas, hay otras peligrosas.

LA TENTACIÓN DEL TERRORISMO

Para reclutar adolescentes de Europa y Siria, el Estado Islámico utiliza las redes sociales y el argumento de que la guerra contra Occidente “es como un videojuego” en el que la “diversión” consiste en ser protagonistas de ajusticiamientos y matanzas reales.

Para ello, los dirigentes de las células terroristas hacen que los adolescentes reclutados se tomen selfies en las que aparecen sonrientes y divirtiéndose en lujosas mansiones confiscadas. Las imágenes son subidas a Twitter, Instagram, Facebook y otras redes, en donde también se les ofrece dinero y drogas. Esos son los “ganchos”.

Más allá de la ideología, lo que les atrae son esas fotografías de los yihadistas europeos armados con metralletas Kalashnikov. Sin embargo, eso se conjunta con un resentimiento hacia Occidente y hacia un sistema que no ha satisfecho sus necesidades básicas. Así, el contacto y el primer adoctrinamiento comienzan en internet.

El gobierno de Estados Unidos calculó en 20,000 los combatientes que viajaron a Siria procedentes de 90 países para enlistarse en las filas yihadistas.

Tras estos datos, vale la pena que nos preguntemos como sociedad hasta dónde somos responsables de que la juventud no tenga sueños, ni futuro; de que caiga en la angustia; de que se refugie en el alcohol y las drogas y se envenene de odio.