Superbacterias en Río de Janeiro

EL 11 DE JULIO, 25 días antes de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de 2016, el Comité Olímpico Internacional publicó una declaración en puras mayúsculas sobre que “RÍO 2016 ESTÁ LISTO PARA RECIBIR AL MUNDO”. Varios párrafos más abajo, abordaba los muchos rumores de que la Bahía de Guanabara y Lagoa, los sitios de deportes acuáticos donde los veleristas, remeros y canoeros olímpicos competirán (e inevitablemente ingerirán agua), están llenas de excremento humano. “Los organizadores volvieron a exponer su confianza en que ambas áreas de agua proveerán condiciones de máximo nivel para los atletas”, escribió el COI.

El mismo día, Reuters reportó que científicos habían descubierto “superbacterias” en Lagoa, así como cerca de la playa de Copacabana, donde se competirán la maratón y el triatlón, que pueden provocar “infecciones urinarias, gastrointestinales, pulmonares y sanguíneas, así como meningitis”, escribió Reuters, y añadió que estas superbacterias contribuyen a la muerte de casi la mitad de todos los pacientes infectados.

Más de la mitad de lo que tiran los 6.3 millones de habitantes de Río de Janeiro fluye directamente a sus canales. Esto no es un problema único de Brasil; las aguas negras crudas son un reto para casi toda ciudad costera del mundo, y 90 por ciento de todas las aguas residuales en el mundo en desarrollo fluye directamente a ríos, lagos y el mar. Incluso en la Ciudad de Nueva York, las aguas residuales bordean las plantas de tratamiento y fluyen directamente de tuberías desbordadas a lo largo de la zona costera de la ciudad cuando llueve más de apenas 0.5 de pulgada.

Más o menos lo mismo es cierto en 771 ciudades de Estados Unidos, pero en Brasil la situación es notablemente nefasta. Alrededor de 169 millones de galones de desperdicios humanos fluyen hacia la Bahía de Guanabara todos los días. Y esa es solo una porción del problema en Brasil, donde, a decir de The New York Times, casi dos tercios de las hospitalizaciones son provocadas por enfermedades transmitidas por agua, y las enfermedades diarreicas son la segunda principal causa de muerte entre los niños menores de cinco años.

Se suponía que esto cambiaría antes de los Juegos Olímpicos. En su oferta para celebrar los juegos, Río de Janeiro incluyó un plan para reducir el flujo de desperdicios a las aguas en 80 por ciento. Pero para el año pasado, había retirado esa afirmación. Los funcionarios ahora dicen que esa tarea les tomará 20 años. Este fracaso ha suscitado una investigación por corrupción y malversación de fondos federales.

Entonces, ¿por qué el COI está tan confiado con el agua de Río? Podría ser porque —aparte del descubrimiento de las superbacterias— las pruebas para bacterias regresaron dentro del rango aceptable. “Pruebas independientes en el área de competencia del sitio de Bahía de Guanabara han demostrado consistentemente que la calidad del agua cumple con los estándares internacionales relevantes”, dijo la organización a The New Yorker. Pero esas pruebas solo vieron los niveles de bacterias porque la Organización Mundial de la Salud no recomienda pruebas de virus, y el COI no tiene planes de hacerlas.

Pero cuando Associated Press tomó muestras de agua el año pasado, los niveles de virus de desperdicios humanos en las aguas olímpicas eran “aproximadamente equivalentes a los vistos en aguas negras crudas”. “Ningún sitio de aguas” era seguro para nadar o navegar, escribió AP. El agua estaba plagada de adenovirus, los cuales provocan “enfermedades respiratorias y digestivas, incluidos diarrea explosiva y vómito, y puede llevar a más serias enfermedades cardiacas, cerebrales y otras”. Los niveles de virus eran 1.7 millones de veces más altos que los considerados como inseguros en playas de California. Consumir solo tres cucharaditas del agua conlleva un 99 por ciento de riesgo de infección viral, dijo Kristina Mena, una experta en virus transmitidos por agua y profesora adjunta de salud pública en el Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Texas, campus Houston, a la organización noticiosa.

Que los atletas olímpicos se enfermen dependerá de una variedad de factores, como cuán fuerte sea el sistema inmunológico de la persona. Los veleristas olímpicos de Australia han tomado vitaminas desde por lo menos una prueba de evento en 2015 en Río. “Tomamos suplementos apropiados para mantener bien nuestros sistemas inmunológicos, y estoy seguro de que la mayoría de los otros (equipos) hacen lo mismo”, dijo Peter Conde, el director de alto rendimiento del equipo australiano, a Reuters.

Un alto conteo viral en el agua podría explicar por qué 13 remeros de Estados Unidos y cuatro miembros del personal del equipo se enfermaron con problemas gastrointestinales en un evento de prueba para los Juegos Olímpicos de Río en agosto pasado, y por qué el velerista británico Alain Sign se enfermó después de que su bote se volcó allí cuando entrenaba para la Copa de Vela de Brasil 2014. Es imposible saber si las enfermedades individuales se deben a virus transmitidos por agua o algo más —como intoxicación con alimentos—, pero Bob Bowman, entrenador de la superestrella olímpica Michael Phelps, dice que él conoce el riesgo de primera mano.

“Resultó que entrenaba a una jovencita en los Juegos Panamericanos de 2007 allí, y ella regresó y ha estado enferma el resto de su vida con una enfermedad que le alteró la vida”, dijo él a la Agence France-Presse sobre la nadadora Kalyn Keller, quien terminó en cuarto lugar en la competencia panamericana femenil de 10 kilómetros en aguas abiertas ese año y fue diagnosticada con enfermedad de Crohn, un mal que inflama los intestinos, poco después. La enfermedad la llevó a su retiro temprano en 2008.

A pesar de todas estas noticias desagradables, la Federación Internacional de Vela (ISAF, por sus siglas en inglés), el órgano mundial que regula el deporte, está notablemente optimista. Alastair Fox, delegado técnico de la ISAF para los Juegos Olímpicos 2016, ha estado en Río varias veces. En un evento de prueba para los Juegos Olímpicos en 2014, la Marina da Glória de Río, la cual fluye hacia la cercana Guanabara, era un desastre. “Los botes eran lanzados a una marina donde todavía entraban aguas residuales. No olía ni se veía bien. Teníamos grandes trozos de madera, muchísimas bolsas de plástico —dice—. Creo que una vez vimos un sofá”.

Desde entonces, él ha visto mejorar las condiciones constantemente. “Este mayo en verdad me impresionó la calidad del agua dentro de la marina —dice Fox—. No había olor, el agua estaba clara”. La organización vio las pruebas para bacterias de las autoridades brasileñas y el COI y se tranquilizó (la ISAF no lleva a cabo pruebas y, por lo tanto, no considera el contenido viral). Fox le atribuye el cambio a un nuevo cinturón de tubos de desagüe instalado recientemente por autoridades brasileñas para desviar las aguas negras crudas más lejos del área del evento.

Sin embargo, la posibilidad de que una bolsa de plástico pueda enredarse en un timón o que un sofá flotante pudiera inmovilizar un bote todavía es una preocupación. “Aún recibimos reportes de atletas que ven basura en el agua”, dice Fox. Así, los organizadores desplegarán un helicóptero que vuele sobre el área de competencia a las 6 a. m. cada mañana de los Juegos Olímpicos para buscar objetos errantes que puedan ser recogidos por los “botes ecológicos” de Brasil. “Tenemos confianza ahora, pero tampoco vamos a relajarnos”, dice Fox.

Mientras tanto, es lo que no puede ver el ojo humano, ya no digamos un helicóptero de reconocimiento, lo que podría lisiar a los atletas en estos Juegos Olímpicos.

Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek