La teta olvidada

MÁS PARECÍA UNA BURLA. Ahí estaba el espacio exclusivo, pero igual acababa desahogando los pechos en el baño, entre los excusados, donde todos arrojaban su mierda.

“Fue una chinga”, condensa “Andrea”, sobre los días en los que resistió la lactancia, sin interrumpir sus actividades. Sin desatender el teléfono, sin desatender al socio del despacho contable.

“Estuve tomando medicamento porque no podía sacarme la leche con frecuencia, dejé de producirla. Nunca generaron las condiciones (para acceder regularmente al lactario)”.

En México, bebés menores de seis meses e hijos de trabajadoras están dejando de ser alimentados con leche materna.

Estadísticas del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) —obtenidas a través de la solicitud de información electrónica 0064100310516— refieren que el porcentaje de la lactancia materna cayó en promedio 28 por ciento en el país para esta población.

Incluso en entidades como San Luis Potosí, Nuevo León y Querétaro, en donde se habían alcanzado horizontes superiores al 92 por ciento de cobertura, se registraron disminuciones de 24, 25 y 44 puntos porcentuales, conforme a los más recientes datos anualizados, al 2015.

Al mismo tiempo, esto provocó un aumento en el gasto que el IMSS destina a la adquisición de fórmula láctea: de 423 000 pesos en el año 2014 a 186.5 millones de pesos en 2015.

El fenómeno no solo sucede con las trabajadoras de la iniciativa privada.

El Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) también identifica una baja de tres por ciento de niños menores de seis meses alimentados con leche materna, de acuerdo con las estimaciones explicadas en el oficio DM/SPPS/0215/ 2016, remitido como respuesta a la solicitud de información electrónica 0063700064716.

Después de las complicaciones físicas y anímicas, la reincorporación de las mujeres al empleo o escuela significa una de las principales causas para la interrupción de la lactancia, según estudios reconocidos por el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP).

Aunque existen marcos jurídicos que protegen la lactancia materna, tanto la precariedad laboral del país como la responsabilidad cultural de conciliar los roles público y doméstico de las mujeres afectan los derechos de madres e hijos, coinciden especialistas.

Andrea recuerda la tensión que se generó con sus superiores al informarles que estaba embarazada. Peor aún, al regresar de su incapacidad por maternidad, encontró con que la habían removido de su empleo para asignarla al área de recepción, con menor sueldo.

Tras imponerse para que le devolvieran su cargo, temió un nuevo conflicto por exigir su lactancia, aun cuando la empresa trasnacional en la que labora forma parte de la campaña “He For She”, de la ONU Mujeres. Al final, tal adhesión no le valió para producir el alimento para su bebé más allá de los cinco meses.

PROBLEMA INVISIBLE

En los números oficiales no existen datos que visibilicen el conflicto, según se deriva de los requerimientos vía transparencia a las cinco secretarías estatales de las entidades con mayor población en el país: Secretaría de Trabajo y Fomento al Empleo de la Ciudad de México; Secretaría del Trabajo del Estado de México; Secretaría del Trabajo y Previsión Social de Jalisco; Secretaría de Competitividad, Trabajo y Desarrollo Económico de Puebla; y la Secretaría del Trabajo, Previsión Social y Productividad de Veracruz.

Ninguna de las dependencias cuenta con una estadística sobre las empresas que tengan o carezcan de lactario, tampoco hay inspecciones específicas ni quejas o sanciones relacionadas con el impedimento de alguna trabajadora para lactar.

A escala federal, la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPyS) se encuentra en la misma lógica.

“En las órdenes de inspección no se desprende un rubro en el que se especifique este dato (áreas destinadas a extracción o amamantamiento) en particular”, explica en el oficio STPS/UE/103/16, que responde a la solicitud de información 0001400010316.

Refiere que la falta de supervisión de lactarios está amparada en que la Ley del Trabajo también da la posibilidad de reducir el horario de la trabajadora y salir a proveer leche; tampoco cuentan con sanciones registradas en los dos últimos años.

Sin embargo, los casos de incumplimiento a la ley existen, aunque informalmente.

Mayra Mora, abogada y funcionaria de la Secretaría del Trabajo de Jalisco, reveló que, tan solo en esa entidad, en el último año ha tenido el acercamiento con al menos 40 casos en donde las madres denuncian que se les ha impedido el derecho a continuar con la lactancia. “Hay dos problemáticas, que no las dejan sacarse la leche y que no les están respetando los horarios, con argumentos como ‘no hay quien te cubra, espérate a tu hora de comida’, ‘tienes que sacártela en el baño’. Yo les doy las armas legales, las exponen y todo ha venido a buen término”, sostiene.

Estima que el 25 por ciento habría ameritado un seguimiento formal, pero debido al miedo a alguna represalia laboral, no han procedido. “Absolutamente ninguna ha querido ir a la oficina a interponer una denuncia aunque sea anónima (…), hay quienes mejor se salen de trabajar, dicen: prefiero la salud de mi bebé y mejor renuncio”, cuenta.

La especialista en Estudios Laborales y Desigualdad Social, doctora Beatriz Bustos, subraya que una razón para el incumplimiento de los derechos es que la población de trabajadoras se encuentra principalmente en la base de la pirámide laboral cubriendo las ocupaciones menos remuneradas, y suelen ser las menos informadas, con excepción de algunos grupos de trabajadoras organizadas.

En el caso de las mujeres que se localizan en los sectores medio y alto de la pirámide, hay mayor interés por conocer y hacer valer sus garantías. Sin embargo, el contexto jurídico se inclina más que a mediar, a favorecer a la parte patronal.

“La ley señala derechos que se interpretan de acuerdo con los intereses de los empleadores, quienes a su vez reproducen el modelo económico de producción predominante”, explica.

En contradicción con la perspectiva económica con la que se limita la lactancia, desde el año 2015 el INSP publicó una investigación en la que dimensiona que las pérdidas por malas prácticas de lactancia materna son de entre 11 175 millones y 36 245 millones de pesos —considerando gastos en salud e inasistencias por enfermedad, entre otros.

Enrique Peña Nieto expidió una serie de reformas para que la redacción de las leyes tanto del ISSSTE como del IMSS no limitara la lactancia a solo seis meses. Foto: Pablo Cortés.

EL JUEGO LEGAL

Tanto la Ley General de Salud como la Norma Oficial Mexicana NOM-043-SSA2-2012 disponen que la lactancia materna continúe hasta los dos años de vida de los niños. Incluso, la NOM estipula que la práctica se realice a libre demanda del bebé.

Sin embargo, los ideales de salud se contraponen con los derechos en el empleo, inicialmente debido a que las incapacidades por maternidad son limitadas, según se observa al comparar los marcos legales.

La Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado cubre un mes antes y dos posteriores al parto, mientras que la Ley Federal del Trabajo estipula seis semanas antes y seis después del nacimiento de un hijo, con posibilidad de transferirlas si la empleada llega a un acuerdo con el patrón.

Cuando las trabajadoras regresan a sus ocupaciones, las mismas leyes permiten una hora de descanso extraordinaria de la jornada laboral para la extracción de leche o amamantamiento directo, que puede ser dividida en varias fracciones sí así conviene.

Al respecto, la doctora Bustos sostiene la incompatibilidad del formato de ley con las necesidades fisiológicas que supone la lactancia.

“La leche no se produce en horario laboral. El cuerpo está acostumbrado a que, si cada dos horas tu bebé come, a esa hora produce. A mí, entrar una hora más tarde no me sirve, salir una hora más temprano no me sirve. Me sirve hacerlo a la hora que mi bebé come”, coincide Renata, madre y trabajadora de una empresa de comunicación.

Al regresar a su cargo, tras su incapacidad, recibió el apoyo de su jefe inmediato para continuar la lactancia, pero la resistencia fue del departamento de recursos humanos.

“Cuando se los planteé, fue como ‘ustedes se hacen bolas y consiguen el lugar, si quieren’. Solicité que me prestaran una de las salas de juntas, pero tampoco es lo idóneo (…) me tocó un día que estaba en plena extracción, llegaron los de Sistemas y abrieron la puerta”, cuenta Renata sobre las complicaciones.

“Mi trabajo se carga en la noche y sí sentía los pechos a punto de reventar; iba al baño y me daba un masajito para que saliera el excedente y a terminar de trabajar. (Un día al regresar a casa) hice una cosa que no debería: mientras iba manejando me extraía la leche porque de verdad me dolían horrible”.

La última modificación que se ha hecho al tema fue en marzo de 2014, cuando el presidente de la república, Enrique Peña Nieto, expidió una serie de reformas para que la redacción de las leyes tanto del ISSSTE como del IMSS no limitara la lactancia a solo seis meses. Pero los periodos de descanso extraordinarios no se cambiaron.

Tampoco se tocó la Ley Federal del Trabajo y el texto vigente cubre solo medio año para que las mujeres provean leche, dejando en desprotección a quienes se ocupan fuera de esquemas de seguridad social: de acuerdo con los últimos datos de INEGI, la tasa de informalidad laboral en las mujeres del país es del 58.2 por ciento.

TRABAJAR Y LACTAR, EN CALLE

Ni siquiera podía llorar, le decían a Esperanza. Que porque “afectaba” la leche, le decían todos, con sus bienintencionados juicios. Pero a ella se le resbalaban las lágrimas al tener que tirar la comida de su bebé.

A decir de su experiencia, la legislación sobre lactancia está desvinculada de las condiciones de empleos como el suyo, que no se ajustan a un espacio físico ni horario determinado para extraer la leche.

Esperanza trabaja como reportera para una radiodifusora y su actividad principal es en calle. Se topó con rumores de despidos al regresar a su trabajo, después del nacimiento de su hija, y decidió no aumentar la tensión exigiendo un periodo para la lactancia. Pensó que ella sola podía conciliar sus roles. O que debía hacerlo.

“Los primeros días me llevaba mi sacaleches, mi bolsita. En algunos lugares donde eran oficinas de gobierno, intentaba meterme a lugares más privados, o meterme a los baños públicos. Llevaba mi cinta durex para colgar las cosas en las paredes del baño, en la puertita, para no tocar en donde todo mundo toca, sino en las partes altas”, comparte.

“Era bastante horrible, obviamente esa leche la tenía que tirar, pero tenía que seguir produciendo. Y sobre todo por (aliviar) el dolor (de los senos)”.

Aunque se levantaba por las madrugadas a estimularse, se “pegaba” a su niña, el ritmo laboral a veces ni siquiera la permitía tomar suficiente agua para mantener la producción de leche. A los dos meses de haberse reincorporado al trabajo, Esperanza no logró continuar amamantando.

“Hay mucha fotografía, mucha promoción de la leche materna, pero en la realidad te atan las manos. Hay tantísimos empleos como choferes, bomberas, policías, que están en la calle.

“Es muy salvaje la forma en que, por una parte se quiere imponer la lactancia y por otra no se facilita. Incluso en los mismos hospitales, como el caso del IMSS, las mujeres (recién paridas) están adoloridas, solas, porque no les dejan estar con algún familiar, con cesáreas, con desgarres vaginales y además tienen que soportar que el bebé llore y llore porque no se pega, porque no tienen pezón”.

La SEP a escala nacional tiene un censo de 1009 estudiantes de educación superior que están en periodo de lactancia, pero en escuelas sin espacios especiales. Foto: Pablo Cortés.

EL BEBÉ VA A LA TETA

Su bebé nunca entendió los tiempos de conclusión de incapacidad, ni las condiciones de ley. Menos eso de alimentarse sin su mamá para no complicar la nómina.

“Cuando me fui al trabajo, que son jornadas de por lo menos cinco horas, se le trató de dar el biberón, pero el niño no lo aceptó. Los primeros dos días se quedó en ayunas”, recuerda Alejandra Morales, profesora de educación secundaria.

Alejandra intentó tramitar ante la Secretaría de Educación un permiso para lactancia, pero la cantidad de horas asignadas no le valían para este. “Lo que se optó es que me llevaran al bebé. Lo que podía hacer era dejar trabajo (a los alumnos) y en el estacionamiento de la escuela me salía a darle pecho al niño. Mi mamá se quedaba en el vehículo esperándome dos, tres horas; me volvía a salir, le daba pecho y así hasta que acabaran las clases”, detalla.

La directora del plantel la descubrió, pero se mostró receptiva a la complicación del bebé, y acordaron la participación de los prefectos para apoyar frente al grupo en los tiempos en que Alejandra amamantara, hasta llegar a los seis meses.

“Lo más complicado fue el acto de separación. La lactancia no es nada más alimentar a tu hijo, es un proceso complicado que incluye muchísimo de emocional”, sostiene la docente.

Alejandra también distingue la presión externa que existe para que una mujer amamante, principalmente en el sector salud.

“Hay un ambiente en el que se juzga a las mamás. Si no puedes darle o si no te dedicas a la lactancia, eres una mala mamá; y si te dedicas a la lactancia exclusiva (deriva en el comentario): señora, usted no tiene nada más que hacer, ¿verdad? ¡Todo parece mal!”, reflexiona.

ESTUDIANTES, EN EL LIMBO

Salvo las leyes de fomento a la lactancia, a diferencia de las trabajadoras, las estudiantes de nivel medio y medio superior que desarrollan la maternidad de manera paralela a su formación, no cuentan con una regulación específica que establezca periodos y condiciones para extraer leche o amamantar, reconocen las instituciones con mayor matrícula a escala nacional.

Vía transparencia, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) aceptó que carece de legislación, de espacios para extracción y de estadísticas sobre las estudiantes en etapa de lactancia; requerida por los mismos datos, la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) declaró la información como inexistente.

Por su parte, la Universidad de Guadalajara (UdeG) manifestó la falta de estadística sobre sus estudiantes, e informó que solo dos de los 141 espacios educativos que dependen de la institución tienen un área prevista para la extracción: el Centro Universitario de la Costa (CUCosta) y el Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas (Cucea), que además cuenta con guardería.

En el caso del Instituto Politécnico Nacional (IPN), en el último año se tienen censadas 14 estudiantes en periodo de lactancia. Aun así, solo el Centro de Educación Continua “Ingeniero Eugenio Méndez” cuenta con un lactario: el 85 por ciento de las dependencias del IPN que cuentan con matrícula física y que respondieron a la solicitud de información electrónica 1117100047716, no tienen un espacio para la extracción de leche; y el 15 por ciento prevé el área de servicios médicos para apoyar.

También las dependencias exponen incertidumbre sobre las reglas para apoyar a las estudiantes en lactancia; la Escuela Superior de Medicina ha optado por aplicar las mismas normas que a las trabajadoras del ISSSTE.

La Secretaría de Educación Pública (SEP) a escala nacional tiene un censo de 1009 estudiantes de educación superior que están en periodo de lactancia, pero en escuelas sin espacios especiales, por lo que quien se encuentre en lactancia debe acudir a la enfermería o solicitar una autorización para salir a amamantar en su casa.

“(Hay acciones pero) que no terminan de ser una política institucional, que son cuestión de buena voluntad de algunas autoridades que se sensibilizan, pero después si hay otro rector o jefe de departamento, desaparecen”, advierte Patricia Ortega, de la Red de Derechos Sexuales y Reproductivos (Ddeser), sobre los riesgos de mantener lagunas.

Ortega además destaca la disociación que, a partir de un modelo neoliberal y una cultura machista, se hace entre la comunidad y la madre estudiante o trabajadora, responsabilizándola de los hijos y obviando las afectaciones sociales que esto conlleva.

Subraya la pasividad del Estado en esa mediación, cuando en realidad debería cobijar y entramar una política decidida para evitar tales repercusiones en desigualdad social. “Esa es en realidad la preocupación por la vida”, sostiene la activista.

“(También) el discurso oficial de los empresarios siempre es muy conservador: están en contra del derecho a decidir, de la distribución de métodos anticonceptivos… Y por el otro lado, tampoco quieren garantizar que una mujer tenga hijos y se cumplan sus derechos. Es un discurso esquizofrénico”.

Tal construcción cultural incluso —reflexiona— ocasiona que la madre en etapa de lactancia no se reconozca como sujeto de derechos, no reconozca la violencia de la que es parte y acepte la conciliación de sus roles como una concesión de la parte patronal.

Sugey González: “Mis compañeros se acostumbraron a que cuando nos subíamos a la camioneta para ir de una locación a otra, escuchaban el extractor: sh, sh, sh…”. Foto: Pablo Cortés.

“ARREGLÁRMELAS YO SOLITA”

En la imaginación de Sugey González, las actividades calendarizadas se ajustarían y ella sobrellevaría un posparto relajado, la prolactina fluiría… Todo saldría perfecto.

“En la noche (de regreso a casa, tras una cesárea) recibí un e-mail donde me estaban citando a una junta de trabajo, ¡en mi trabajo!, con la gente que sabía que había recién salido del hospital”, dice la productora audiovisual, que realizaba un proyecto televisivo para un canal permisionado.

“Nunca fue oficial que tenía permiso o no. Nunca lo pedí porque según yo, como estaba de freelance, eso era lo que tocaba: arreglármelas yo solita. Y eso redundó en un estrés posparto con el que yo no contaba, eso influyó muchísimo en mi (des)encuentro con la lactancia”, relata.

“Independientemente de que te acepten cierto periodo de gracia, no hay seguridad en ese puesto, todo el tiempo se siente la amenaza de que las propuestas no se aceptan y entonces no se renueva el contrato”.

Con la carga laboral encima, Sugey y su hija tuvieron dos semanas de “lucha”.

“‘Darle bibi es lo más fácil’, decían. Y no es más fácil, no hay nada más fácil que sacarte la teta”.

Después acudió con una asesora de lactancia y se empeñó en alimentar a su bebé de su cuerpo, llevarla consigo cuando la actividad lo permitía y respaldarse en su equipo.

“Mis compañeros se acostumbraron a que cuando nos subíamos a la camioneta para ir de una locación a otra, escuchaban el extractor: sh, sh, sh. Y eso significaba un montón de cosas: vencer el pudor, la vergüenza. Fueron supersolidarios”, comenta.

“Creo que hay trabajos en los que no tendría por qué haber problema en llevar a un bebé en un rebozo, con la teta de fuera y a demanda. Porque los primeros meses los bebés no quieren otra cosa más que estar cerca de su mamá, mamando.

“Lo mismo que se tarda tu compañero en salir a fumarse un cigarro, es lo mismo que te tardas en cambiar los pañales (…). Todas las personas tendríamos que entender que apoyar a una mamá en su lactancia es un gasto inferior en el gasto público de salud, que ayudar a una madre es ayudarme a mí mismo. Es un tema que debería ser de todos”.

“YA NO QUIERO, MAMÁ. GRACIAS”

Emiliano ya cuenta tres cumpleaños, va a la escuela… Y aún come de mamá.

“La lactancia que pasa de los 24 meses es criticada, es señalada, es complicada también porque vas en el camino y el niño te baja la blusa en el camión, en el parque, en la fila del súper. Él todavía no termina de entender muchas cosas”, relata Minerva Flores, madre del pequeño y publirrelacionista.

“Hasta nosotros mismas nos replanteamos: ¿le voy a seguir dando? Ya me cansa. Pero vuelves a cuando él tenía un mes. No hay diferencia, mamá, él te sigue necesitando. Para él es lo mismo, aunque veas el becerrón de tres años, él te ve igual, como su mami, como su pecho, como su teta, como su chichi”.

Ninguna de las legislaciones mexicanas ampara a las madres trabajadoras que optan por el destete natural de sus hijos, que podría sobrepasar hasta los cuatro años del menor.

En el caso de Minerva, la naturaleza de su actividad le ha permitido continuar con su decisión de lactar; en los primeros meses amamantando con un seno y extrayendo del otro para garantizar un banco de leche. O llevando a Emiliano a todos sus viajes de trabajo.

“Tengo mucho tiempo que no me extraigo leche. Toma en la noche, en la mañana; se cae, se asusta, viene y se me pega”, detalla. “Va a llegar un momento en que lo deje (…). La intención es darle hasta que él diga: ya no quiero, mamá. Gracias”.

Algunos de los nombres de las trabajadoras que proporcionaron su testimonio fueron modificados a petición de ellas para evitar represalias laborales.