La bestia debe morir

Yohan Blake, que comparte el título del segundo hombre más rápido del mundo con el corredor estadounidense Tyson Gay, ha tenido que pasar toda su carrera observando al hombre más rápido del mundo, frecuentemente en el carril vecino. Observa a Usain Bolt cuando entrenan juntos; observa a Usain Bolt cuando las multitudes lo asedian a cada oportunidad; observa cómo Usain Bolt lo rebasa trotando hacia la línea de meta.

Él observa a Bolt porque, como a la mayoría de nosotros, le resulta difícil mirar hacia otro lado. Bolt es confiado, encantador y prodigiosamente rápido. De alguna forma, hace que correr a una velocidad sobrehumana parezca fácil, como una actividad más que encaja alrededor de su estilo de vida de playboy(tras su victoria en los 100 metros en la Olimpiada de Londres 2012, publicó en Twitter una foto de él con tres miembros del equipo femenil de handball. En su recámara. A las tres de la mañana).

Blake no ofrece tales ilusiones. El atletismo fue su forma de salir de la pobreza y no pretende tomárselo a la ligera. Entrena sin descanso, convencido de que todo el tiempo que no pase en el gimnasio o en la pista es tiempo perdido. “Pienso que si estoy durmiendo hay otro tipo trabajando más duro que yo —dice—. No puedo permitir que lo haga”.

Blake y Bolt son amigos y se apoyan mutuamente; al ser tres años mayor que Blake, Bolt es el hermano mayor con mucha onda; Blake, más bajito y fornido, es el torpe hermano menor que trata todo el tiempo de ponerse al corriente. Sin embargo, el hermano mayor tiene casi 30 años y ha dicho que los de Río de Janeiro serán sus últimos Juegos Olímpicos. Blake no espera pacientemente a que Bolt se retire. El 14 de agosto, si todo va según lo esperado, enfrentará a Bolt en la final varonil de los 100 metros. Será su última oportunidad de convertirse en el más grande corredor del escenario olímpico. Y cree que finalmente ha logrado ponerse al corriente.

EL SIGNO DE LA BESTIA

Blake nació un día después de la Navidad de 1989 —fue el sexto de los siete hijos de Shirley y Veda Blake—, en la ciudad de Montego Bay, en la costa noroeste de Jamaica. Pasó sus primeros años en una atestada casa de dos dormitorios, compartiendo un baño exterior con sus vecinos y obteniendo electricidad de una conexión ilegal que Blake describe como “tenida por chanchullo”.

“Fue difícil porque solo había dos camas en la casa y las ventanas estaban rotas, el piso estaba podrido. Todos nos apretujábamos en una sola cama, la lluvia caía a través del techo. Era una locura”.

Su padre trabajaba como cantinero y sastre, pero el dinero escaseaba, por lo que Blake solía faltar a la escuela para tratar de llevar algunos dólares a casa. A veces recogía botellas vacías y las vendía en una tienda local; otras veces hacía labores de jardinería para sus vecinos, e incluso había ocasiones en las que tenía que pedir dinero en su iglesia.

En la escuela primaria sus compañeros lo agredían por ser tan pobre. Sus condiscípulos se reían de él, pero Blake tenía algo que ninguno de ellos poseía: una extraña capacidad de correr rápido. Cuando Blake estaba en la secundaria, el director O’Neil Ankle salió al patio un día para ver a algunos de los muchachos jugando cricket. Al ver a Blake corriendo a toda velocidad, Ankle se dio cuenta de que ese chico de 13 años perdía su tiempo en ese juego, y le dijo que se inscribiera en St. Jago’s, una secundaria con un excelente programa de deportes de pista, 159 kilómetros al otro lado de la isla.

Blake se fue a vivir con un entrenador de la escuela y rápidamente mostró que de verdad era excepcional. En 2007, a los 17 años, logró el menor tiempo en los 100 metros para un joven jamaicano, 10.11 segundos (en ese momento el récord mundial, establecido un año antes por el también jamaicano Asafa Powell, era de 9.762 segundos). Al año siguiente compitió en el mayor torneo de atletismo del país. El torneo Champs, como se le conoce, es considerado casi con la misma reverencia que los Juegos Olímpicos en Jamaica. Dicho torneo llega hasta las primeras planas de los diarios y el estadio, con capacidad para 35 000 espectadores, suele estar lleno a su máxima capacidad. Las multitudes acuden principalmente para ver a los corredores. Es un deporte en el que Jamaica ha logrado la excelencia, a pesar de tener una población de menos de tres millones de personas. En los Juegos Olímpicos de 2008 y 2012, atletas jamaicanos se llevaron el oro en las carreras de 100 y 200 metros, con la excepción de los 100 metros femeniles en 2012.

Blake ganó la carrera de 100 metros para corredores de entre 16 y 19 años de edad en el torneo Champs. Ese día, Bolt, antiguo campeón del torneo Champs, el atleta más famoso del país y el segundo hombre más rápido del mundo, se encontraba entre el público. Tras la carrera de Blake, Bolt le ofreció algunos consejos amistosos. Blake no podía creer que Bolt supiera quién era él. “Yo estaba muy agradecido
—dice—. Ese es justamente el tipo de persona que él es”.

El asesoramiento de Bolt le dio a Blake la oportunidad de entrenar junto con Bolt y muchos de los otros grandes corredores de Jamaica. Ahora corría con los mejores, pero seguía siendo un adolescente tímido e inseguro, y su primer año en el circuito internacional fue un desastre. Estaba demasiado nervioso como para correr bien. “Me congelé en los bloques de salida. No podía moverme —recuerda—. Cuando el juez dio la orden de arranque, yo aún estaba parado”.

Al año siguiente, el entrenador de Blake lo inscribió en carreras con competidores más débiles, esperando que recuperara su confianza. Esta estrategia funcionó. El 10 de julio de 2009, Blake logró un tiempo de 9.96 segundos en Roma, convirtiéndose en la persona más joven hasta ese momento en correr los 100 metros en menos de diez segundos. Una semana después redujo esa marca a tan solo 9.93 segundos.

Esto le dio confianza y le hizo adoptar una nueva imagen, inspirada por Bolt, quien dijo una vez durante una entrevista: “Pongan atención a Yohan Blake. Entrena como una bestia”. Para el tímido joven de 19 años, esa frase fue todo un don que le dio una nueva máscara tras la cual esconderse. Comenzó a llamarse a sí mismo la Bestiay en las carreras desató un rugido silencioso que ahora resulta familiar.

Las multitudes comenzaron a reconocer al fornido jamaicano y empezaron a animarlo. Blake adoptó plenamente su nueva identidad, dejándose crecer el cabello y las uñas y desarrollando sus músculos hasta el grado de tener estrías en la piel que rodea sus hombros. En una carrera en Suiza en 2014, salió a la pista con rayas negras pintadas en la cara y colmillos falsos en la boca.

El mánager de Blake le dijo que se veía ridículo y le pidió una y otra vez que se cortara las uñas, pero Blake rehusó. Por primera vez en toda su carrera las personas ya no lo consideraban por debajo de Bolt. Él creía que la Bestia era invencible.

PRUEBAS Y TRIBULACIONES DEL EQUIPO: Tras perseguir a Bolt durante años, Blake piensa que finalmente está listo para alcanzarlo; logró vencer dos veces a su compañero de equipo en las pruebas del equipo jamaicano antes de los Juegos Olímpicos de Río. Foto: Alina Emrich.

PARALIZADO

Un gris lunes de mayo, Blake y su fisioterapeuta y amigo Shaun Kettle abordan una miniván para dirigirse a Múnich. Estamos a mitad de un viaje de seis días a través del país; dos días antes, Blake corrió una carrera de 100 metros en la ciudad de Herzogenaurach. Blake está de buen humor. Aunque esa carrera fue menor y sus competidores eran débiles, corrió bien, dadas las bajas temperaturas, con un tiempo de 10.03 segundos. Mientras Kettle trata de estudiar un libro acerca de los músculos del cuerpo, Blake le lanza un torrente de preguntas provocadoras. “¿Qué tipo de músculos hay en el pene?”, pregunta, estallando en risas mientras Kettle gira los ojos en señal de fastidio.

Resignado a no terminar con su trabajo, Kettle comienza a enseñarle a Blake acerca de los cuádriceps femorales, que son los cuatro gruesos músculos que cubren el frente y los lados del fémur. Los corredores de élite como Blake poseen cuádriceps poderosos. Son los músculos más importantes en la fase de arranque, que es la primera parte de una carrera en la que parece como si un aeroplano estuviera despegando cuando los atletas comienzan a correr desde la línea de salida. Estos músculos ayudan a lanzar la pierna hacia adelante y absorben el impacto cuando el pie golpea contra el suelo. También imponen una tensión considerable en los músculos semitendinosos, que son los músculos que corren por la parte posterior del muslo, contrayéndolos abruptamente mientras los cuádriceps doblan la pierna. “Existen dos lesiones principales [para los corredores] —señala Kettle—. Los músculos semitendinosos y la espalda”. Por primera vez desde que salimos de Herzogenaurach, Blake se queda en silencio; parece estar pensando acerca de sus anteriores desgarros en dichos músculos.

El primero de ellos se produjo durante una carrera en Jamaica en 2013. El músculo semitendinoso de la pierna derecha de Blake se desgarró, lo que lo obligó a dejar de entrenar durante varias semanas. Para Blake, dejar de entrenar está fuera de toda cuestión, por lo que continuó entrenando contra las órdenes del médico. Pensaba que, aun cuando una pierna estuviera lesionada, todavía podría fortalecer la otra.

Su equipo dice que ese trabajo extra pudo haber impuesto demasiada tensión a esa pierna. El 11 de julio de 2014, Blake corrió en el Gran Premio de Glasgow, un torneo relativamente menor. Su salida fue lenta y pronto comenzó a quedarse atrás. En los 60 metros, comenzó a inclinarse hacia atrás, con sus piernas bombeando furiosamente mientras él trataba de disminuir la velocidad de propulsión de su cuerpo. Su pierna derecha lanzó una patada hacia delante y quedó paralizada, y su cuerpo cayó sobre ella, agitando los brazos al caer de bruces en su carril. “Sentí que el músculo se desprendía del hueso, y tuve que dejarme caer porque iba demasiado rápido —explica Blake—. El dolor fue devastador”.

Un estudio de imágenes por resonancia magnética mostró que su músculo semitendinoso se había desprendido del isquion (el hueso que se encuentra en la base de la pelvis). Tuvo que someterse a cirugía para colocar nuevamente el músculo en su sitio.

Pocos días después, en Luxemburgo, los médicos realizaron la operación. Le advirtieron que su rehabilitación le tomaría muchas semanas, y varios meses después aún no se recuperaba. “El tipo con el que corría en mis entrenamientos me hacía pedazos —dice—. Algunos días me sentía bien, pero otros corría y sentía que cojeaba. No era lo suficientemente fuerte”.

Blake no solo habla de su pierna. “Cuando tu mente es sacudida por lo que te ha ocurrido, deja una marca que te indica que debes tratar de enderezarte”, afirma. Cuando trató de correr, tuvo que frenarse, aterrorizado ante la posibilidad de que su músculo pudiera desprenderse de nuevo.

Mientras Blake luchaba por recuperar la fe en su cuerpo, Bolt aumentaba su colección de medallas de oro. En agosto de 2014, Bolt, junto con el resto del equipo jamaicano de relevos de 100 metros el cual, con Blake corriendo en la tercera posición, había ganado la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres, estableció un récord en los juegos de la Comunidad Británica de Naciones, con un tiempo de 37.58 segundos. A finales de ese mes en Polonia, Bolt estableció un récord mundial no oficial en la carrera de 100 metros bajo techo: 9.98 segundos. Un año después, obtuvo el oro en las carreras de 100 y 200 metros en el Campeonato Mundial de Pekín.

Blake ni siquiera logró entrar en el equipo jamaicano que viajó a China.

LOS AÑOS DE LA PLAGA: Blake superó su timidez al adoptar la identidad de la Bestia, desgarrando sus pantalones de atletismo y una vez, incluso, llevando colmillos falsos antes de una carrera, pero ahora teme que eso haya ofendido a Dios. Foto: Alina Emrich.

ÉL MISMO PROVOCÓ SUS PROPIOS MALES

Blake estaba convencido de que un cuerpo tan fuerte como el suyo no se lesiona por sí mismo, y dice que la respuesta le sobrevino en lo que considera una revelación divina. Afirma que Dios le dijo que estaba siendo castigado porque había dejado de alabar al Señor. Preocupado por su carrera, Blake había dejado de ir a la iglesia. “Dios dijo: ‘Yohan, yo te creé y yo puedo destruirte’, y eso fue lo que sucedió”.

Blake cree que sus tribulaciones fueron parte del plan de Dios, un plan que no le resultó claro hasta que conoció al predicador jamaicano Andrew Scott en abril de ese año. Scott afirma que puede predecir el futuro, sanar a los enfermos y liberar a las personas de espíritus malignos. Scott animó a Blake a leer la Biblia, ir periódicamente a la iglesia y alabar a Dios. Si hacia todo eso, su recompensa sería una victoria segura en Río.

El pastor tenía un mandamiento final: Blake tenía que destruir a la Bestia. El Libro de la Revelación, en el Nuevo Testamento de la Biblia, habla de dos bestias que vendrán para arruinar a la humanidad. Una de ellas, de acuerdo con la Biblia, obligará a las personas a llevar una marca en la mano derecha o en la frente: “El número de la bestia o el número de su nombre”. El pastor señaló que Blake había asumido voluntariamente el nombre de la bestia y, al hacerlo, él mismo había provocado sus propios males.

Todo esto aterrorizó a Blake, que renunció al sobrenombre, se cortó las uñas y dejó de alardear. Sabe que muchos de sus seguidores en Río quedarán desilusionados, pero está convencido de que eso fue lo correcto. “El pastor Scott rompió el hechizo —dice—. Si no crees, no tiene sentido. Pero cuando rompió el hechizo, pude sentir que me quitaban un peso de encima. Me sentí ligero”.

Blake jura que el 14 de agosto finalmente será lo suficientemente rápido como para vencer a Bolt: “He esperado cuatro años para esto. He esperado toda la vida para esto. Esta es mi oportunidad”.