Orlando. Bagdad. Niza. Dhaka. Múnich.
Normandía. La ola de ataques que se han producido en todo el mundo parece
imparable, y sin embargo, es posible que seamos la última generación que tenga
que lidiar con este problema. Utilizando la misma tecnología revolucionaria que
ha puesto de cabeza a las industrias de la música, de la hotelería y del
servicio de taxis, podemos resolver los problemas del extremismo violento en
tan sólo una generación.
Esta es una afirmación audaz en un momento en
el que muchas personas se sienten tentadas a caer en la desesperación. Tras
gastar miles de millones de dólares, decenas de miles de vidas perdidas y una
gran cantidad de guerras fallidas, no parecemos estar más cerca de lograr que
la propagación del extremismo violento disminuya.
Existen tantas razones por la que las personas
se unen a grupos extremistas como existen personas con esa tendencia. Algunas
de ellas se unen por un sentido del deber, otras lo hacen para dar un
significado a su vida. La salud mental puede ser un factor; de hecho, Moonshot
CVE, una nueva empresa de tecnología especializada en contrarrestar el
extremismo violento, ha encontrado que las personas vulnerables al extremismo
tienen una probabilidad desproporcionadamente mayor de consumir contenidos
relacionados con la depresión, la falta de esperanza y la ansiedad.
Aunque podemos (y debemos) hacer más estricto
el acceso a las armas de fuego y de otro tipo, los extremistas sólo necesitan
camiones y cuchillos para provocar un caos, y estas cosas no escasean. La
verdadera batalla para derrotar al extremismo se realiza en las mentes de los
ciudadanos, y la voluntad de llevar a cabo esos ataques es el verdadero quid
del asunto. Es ahí donde debemos enfocar nuestros esfuerzos.
Teniendo esto en cuenta, para resolver el
problema del terrorismo necesitamos ser capaces de hacer tres cosas:
1.
Identificar
a las personas que se encuentran en riesgo de unirse a organizaciones
extremistas;
2.
Proporcionar
a esas personas el apoyo que necesitan, creando paquetes de apoyo adaptados
específicamente a cada persona;
3.
Financiar
esos esfuerzos de manera que estén fuera de las atribuciones del gobierno.
Dado el alto nivel de personalización que se
requiere en las intervenciones personales, en un mundo lineal este problema
sería realmente imposible de resolver. Pero no vivimos ya en un mundo lineal;
vivimos en un mundo formado por el crecimiento exponencial, las tecnologías
revolucionarias y la ley de Moore, según la cual cada año producimos una mayor
potencia computacional que en la suma de todos los años anteriores. La ley de
Moore nos permite a cada uno de nosotros llevar una supercomputadora en el
bolsillo y ha sacado a los automóviles autónomos de las páginas de las novelas
de ciencia-ficción para colocarlos en nuestras carreteras. Uber, la mayor
empresa de taxis del mundo, no es propietaria de ningún vehículo. El dueño del
medio de comunicación más popular del mundo no genera ningún contenido;
hablamos de Facebook. Y el proveedor más grande de alojamiento (Airbnb) no
cuenta con ningún bien raíz de su propiedad. Las reglas han cambiado
completamente, y con ello viene el poder de resolver problemas que antes
parecían insolubles.
La poderosa inteligencia artificial (IA) es
cada vez más común, y se han puesto en marcha esfuerzos para democratizar y
proporcionar acceso de fuente abierta a esta tecnología. Todos nosotros hemos
dejado una huella informática que puede utilizarse para inferir la probabilidad
de una conducta futura determinada. Las personas vulnerables dejan pistas en
línea que indican su posible participación en el extremismo: videos que han
visto, páginas de Facebook que les gustan, cuentas de Twitter a las que siguen.
Las excepcionales capacidades de la IA para deducir patrones pueden recoger
esas pistas y ayudamos a identificar a las personas en riesgo. Moonshot CVE ya
está desarrollando esta capacidad. Creamos metodologías para hacerlo y ayudar a
nuestros clientes, entre ellos, gobiernos y empresas de tecnología, a responder
efectivamente a toda forma de extremismo. Sin embargo, proponemos que estos
datos sean usados no para encerrar a las personas o colocarlas en vista de
vigilancia, sino para ayudarlas a cambiar su punto de vista.
En un estudio piloto realizado por Moonshot
CVE y financiado por la Universidad Curtin de Australia, se indica que los
extremistas que entran en contacto con profesionales capacitados suelen
responder positivamente y participar en conversaciones personales acerca de lo
que les impulsa. Este contacto deberá basarse en la experiencia del floreciente
campo del asesoramiento en línea y conducir a la elaboración de soluciones
personalizadas tan únicas como los individuos mismos: apoyo de salud mental,
empleo y capacitación, orientación religiosa.
Inicialmente, este enfoque deberá basarse en
la experiencia de antiguos extremistas, sobrevivientes del extremismo y muchas
de las organizaciones altamente especializadas que existen actualmente para
llevar a cabo este tipo de trabajo. Para afrontar el reto, será necesario
lograr que decenas de miles de consejeros y trabajadores sociales más se
incorporen a este campo. Esto significa intensificar el trabajo social
tradicional para llegar a las computadoras portátiles, tabletas y teléfonos
móviles de decenas de miles de personas vulnerables que coquetean con las ideas
extremistas.
¿Cómo financiar y dotar de personal a
esfuerzos como este? Los ataques extremistas son perpetrados por una muy
pequeña minoría, como lo demuestran las reacciones que se presentan después de
cada ataque, particularmente las reacciones en línea, por ejemplo, el hashtag #JeSuisCharlie (#YoSoyCharlie) surgido tras los ataques a
la publicación Charlie Hebdo. El desafío es cómo aprovechar esa energía para
cambiar las cosas.
De nueva cuenta, es aquí donde entra la
tecnología. De acuerdo con algunos cálculos, la financiación colectiva es una
industria de hasta 300 mil millones de dólares, lo cual demuestra que existe capital más que suficiente para financiar
esfuerzos de intervención. Al aplicar la tecnología correcta, Airbnb y Uber
convirtieron en taxistas y hoteleros a cientos de miles de personas. Los mismos
métodos podrían utilizarse para incrementar en forma exponencial el número de
personas que participan en los esfuerzos para contrarrestar el extremismo y la
radicalización.
Al asociar la recopilación masiva de datos
con la empatía personal, nuestra generación puede privar a las organizaciones
extremistas de su capacidad para reclutar nuevos miembros, por lo que acabarán
marchitándose y desapareciendo.
Ross Frenett es cofundador de Moonshot
CVE, una empresa de reciente creación especializada en contrarrestar el
extremismo violento.