LA ILUSIÓN ÓPTICA es el arte de engañar el sentido de la vista con una falsa percepción. Una práctica que los políticos tienen en alta estima.
En 2012, cuando Enrique Peña Nieto era el candidato de la alianza establecida entre el PRI y el PVEM, uno de sus spots de campaña —simple, casi cercano— se centraba en el sector energético.
Peña Nieto hablaba con un elector imaginario que viajaba en el asiento trasero del automóvil que compartían. El priista le contaba que durante sus giras la gente le expresaba que el dinero no les alcanzaba para vivir con decoro. Y que el servicio eléctrico, en particular, era cada vez más costoso.
“Con la reforma energética voy a bajar el costo de la luz (sic). Les va a llegar el recibo de luz por menos (sic). Se trata de que cada familia mexicana sienta los beneficios de un buen gobierno”, prometía.
Peña Nieto ganó y, contra toda expectativa, en 2014 consiguió también el apoyo legislativo necesario para su reforma energética. Ese año, una nueva serie de anuncios martilló la tolerancia de los mexicanos.
En uno, un joven pedía a la audiencia “acercarse más” para mirar con detalle cómo los recibos de electricidad y gas que sostenía en ambas manos se abarataban ante la mirada atónita de un nuevo observador imaginario. “Toda nuestra energía, para mover a México”, afirmaba.
La reforma energética, en efecto, era indispensable y se traduciría en una mayor competencia entre jugadores nacionales y extranjeros reduciendo las tarifas eléctricas y el costo de los combustibles. Pero sus bondades se vendieron precozmente vía una trucada interpretación de la caída de los precios internacionales de los hidrocarburos.
AUMENTOS DE JULIO
Julio despuntó en México con dos anuncios: se encareció el servicio eléctrico y también la gasolina.
La Comisión Federal de Electricidad (CFE) anunció que las tarifas del sector industrial aumentarán entre 2 y 5 por ciento; las del sector comercial, entre 5 y 7 por ciento; y las de uso doméstico de alto consumo, 6.8 por ciento, en los tres casos con respecto a julio de 2015.
El servicio para usuarios particulares de bajo consumo (nueve de cada diez hogares) no sufrirá incrementos.
Hablemos ahora de los carburantes: la Secretaría de Hacienda y Crédito Público notificó que la gasolina Magna aumenta a 13.40 pesos (24 centavos por encima de diciembre de 2015) y la Premium a 14.37 pesos por litro (34 centavos adicionales).
Y el gobierno frenó cualquier amago de queja.
Enrique Ochoa Reza —titular de la CFE hasta hace unos días— advirtió que se trataba del primer repunte en 18 meses y recordó que las tarifas para el sector industrial se redujeron más de 25 por ciento en 2015.
En materia de combustibles, Luis Videgaray —férreo crítico de los “gasolinazos” hasta que asumió las riendas de la Secretaría de Hacienda— no dio la cara. En octubre pasado había prometido, durante la glosa del Tercer Informe de Gobierno, que la gasolina —cuyo precio se mantuvo estable durante mePses— bajaría a partir de enero de 2016.
Fue el secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, quien dejó claro a los mexicanos que es mejor que se acostumbren a una realidad de precios fluctuantes porque los energéticos son un “bien cuyo valor aumenta o desciende en función de las circunstancias económicas y de los precios internacionales”.
Esto es cierto. Pero el gobierno no lo expresó así cuando se anotaba los primeros “triunfos” de la reforma energética en 2015.
BUENAS NUEVAS HASTA 2018
Es simple, los mínimos históricos registrados por los hidrocarburos en el mercado internacional durante el año pasado permitieron que las tarifas eléctricas y la gasolina dieran una tregua a los consumidores mexicanos.
Para producir electricidad, la CFE requiere combustóleo (altamente contaminante) o gas natural que compra a Pemex. La actual administración ha evitado el combustóleo porque genera azufre, nitrógeno y cenizas. El gas natural ha sido un buen aliado porque, además de ser más amigable con el medioambiente, su precio cayó alrededor de 16 por ciento en 2015.
Fue el gas natural barato, no la reforma peñista, el que permitió que las tarifas bajaran. En 2016, su precio ha subido alrededor de 20 por ciento, lo que obligó a CFE a repercutirlo en sus tarifas.
La reforma energética ofrecerá electricidad más barata solo cuando se produzca más gas natural y este se utilice para generar electricidad. Pero de los ocho gasoductos que están en construcción, ninguno iniciará operaciones antes de 2017.
Los usuarios de gasolina también precisarán paciencia. Será en 2018 cuando se libere totalmente el precio de este derivado del crudo y cuando la competencia permita una reducción real de precios. En 2016 y 2017 nuevos ajustes al alza son posibles, y su impacto inflacionario, inevitable.
Los incrementos en el precio de la gasolina y la electricidad tienen el mismo efecto que una piedra lanzada en un lago apacible. Al caer, generan círculos concéntricos que se expanden rápidamente. Un incremento en la gasolina supone el encarecimiento del transporte público, de los fletes, del desplazamiento de mercancías y de la operación de las empresas, que además verán crecer el costo de la electricidad que les permite funcionar.
La repercusión sobre el resto de los precios de los bienes y servicios es inmediata. Y es el consumidor final —aquel votante imaginario que charlaba con Peña Nieto en la parte trasera de su auto— el que ve erosionado su poder adquisitivo.
ASPIRACIONES POLÍTICAS
Sacar provecho político de una realidad económica internacional o incumplir promesas gubernamentales —o de campaña— solo sería relevante si los responsables pagaran por la mentira deliberada.
Pero en México, los cargos públicos siguen siendo meros trampolines para proyectarse hacia nuevas funciones. Y la rendición de cuentas, teoría en estado puro.
Ochoa Reza, el más tenaz defensor de la reforma energética después de Enrique Peña Nieto, renunció a la CFE solo cuatro días después de anunciar el alza en las tarifas eléctricas, tan pronto confirmó que tenía el respaldo para ser el nuevo presidente del CEN del PRI.
Pedro Joaquín Coldwell ha sido diputado, senador especializado en temas de justicia y de turismo, director de Fonatur, secretario de Turismo, secretario general del PRI, gobernador de Quintana Roo y embajador en Cuba. Amplio espectro profesional que prueba su inagotable capacidad para reinventarse. ¿Quién duda de que sea el experto energético que México requiere (mientras surge para él una trinchera más atractiva)?
Luis Videgaray, por su parte, economista doctorado por el MIT, se ha mantenido en su ámbito de formación original, pero su mirada hoy está puesta en el máximo cargo político al que puede aspirar un mexicano en el Poder Ejecutivo. Y ni el creciente endeudamiento público en el que dejará sumido a México al abandonar la SHCP ni las dudas que se ciernen sobre su probidad (por la forma en la que ha adquirido parte de su patrimonio, entre otras razones) serán un verdadero impedimento para que avance en una carrera cuya meta está fijada en 2018.
Antes de ellos, los fantasmas de Atenco, los feminicidios o el cuestionado financiamiento de una campaña presidencial, tampoco impidieron al presidente Enrique Peña Nieto llegar a donde quería.
En un México en donde pocas cosas se castigan, a quién le importa lo que ellos hagan.