EL 4 DE JULIO, 11 días después de que el Reino Unido votó por abandonar la Unión Europea, la agencia calificadora Standard & Poor’s, domiciliada en Nueva York, emitió una advertencia. A causa del Brexit, dijo, “el Reino Unido apenas y escapará de una recesión hecha y derecha”, y la decisión de salirse desanimará el crecimiento predicho del Reino Unido para 2017 en 1.2 por ciento del producto interno bruto (PIB). La situación empeoraría, añadió, si el Banco de Inglaterra no tiene éxito “en mantener bajo control la agitación en los mercados financieros”.
Que es la jerga de las agencias calificadoras para: “¡Mark Carney, por el amor de Dios, sálvanos!”
Un día después, Carney, gobernador del Banco de Inglaterra, el banco central de Gran Bretaña, dio una conferencia de prensa. Flanqueado por tres de sus empleados, el financiero canadiense hizo lo más que pudo para evitar que la decisión tomada por 51.9 por ciento del electorado británico hiciera más daño económico. “Tenemos un plan claro, estamos implementando rápidamente sus elementos principales, y está funcionando”, dijo él, hablando a la nación hondamente preocupada y al mundo financiero a la manera de un presidente estadounidense.
La imitación de Carney de un superhéroe financiero impresionó a David Blanchflower, profesor de economía en la Universidad de Dartmouth, quien trabajó previamente para el Banco de Inglaterra. Él tuiteó: “Muy impresionado con la actuación de Mark Carney después de la votación del Brexit. [Él ha] estado al pendiente de todo, un adulto en [la] sala mientras los políticos hacen juegos de niños”.
La fe de Blanchflower en Carney como el único servidor público responsable que queda en Gran Bretaña es compartida por muchos economistas. El Partido Conservador que gobierna el Reino Unido está en medio de un cambio de sus líderes. Theresa May, ministra del interior, ha remplazado a David Cameron, quien renunció por el Brexit. El principal partido de oposición, los Laboristas, enfrenta una objeción a su líder, Jeremy Corbyn. El líder del Partido de la Independencia del Reino Unido, Nigel Farage, un defensor acérrimo del Brexit, también renunció. Carney, dicen los analistas, parece ser la única persona con poder real en Gran Bretaña enfocado en evitar la implosión económica en vez de reñir por las oportunidades de su carrera.
Es un papel que Carney nunca quiso. Él hizo prácticamente todo lo que pudo para evitar el Brexit. El 12 de mayo, más de un mes antes del referéndum sobre la UE en el Reino Unido, Carney advirtió que un Brexit “posiblemente podría incluir una recesión técnica”. (Una recesión técnica se define como dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo.) Y por ello —una simple exposición de hechos y una advertencia de obligación— Carney se ganó algunos enemigos poderosos.
Los políticos que apoyaban la campaña de la Salida lo acusaron de creerse lo que ellos llamaban “Proyecto Miedo”, su término para las advertencias de la campaña por la Permanencia sobre el efecto que podría tener un brexit. Andrea Leadsom, quien hasta hace poco era una de las dos candidatas postuladas a la dirigencia del Partido Conservador —y por lo tanto la oficina del primer ministro— dijo del comentario de Carney: “Él ha fomentado la inestabilidad financiera, y pienso que daña absolutamente la reputación del banco”. Otro legislador conservador, Jacob Rees-Morg, pidió la renuncia de Carney.
Otros defensores de la campaña de la Salida acusaron a Carney de excederse en su papel al comentar en un asunto político; se supone que el gobernador del banco de Inglaterra debe mantenerse neutral todo el tiempo, aun cuando él o ella es nombrado por el gobierno. Carney respondió que no estaba diciéndole a la gente cómo votar sino alertándoles de peligros posibles. El papel del banco, dijo Carney, era “identificar riesgos, no cruzar los dedos y esperar que los riegos desaparezcan”.
Los votantes británicos no fueron persuadidos por la advertencia de Carney. Y desde la votación el 23 de junio, algunos defensores de la Salida han dicho que su advertencia es responsable de la caída en el valor de la libra, una acusación que los analistas refutan. “Pienso que es una sinrazón el que la gente diga que Carney ha menospreciado la economía”, dice Blanchflower. “Pienso que una recesión es en extremo posible”.
Pasarán meses antes de que sepamos si Blanchflower está en lo correcto, pero los primeros indicios sugieren que hay problemas por venir.
El día posterior a la votación para salir de la UE, la libra cayó frente al dólar como no se había visto en 31 años, y el país pasó de ser la quinta economía más grande del mundo por su PIB a ser la sexta. Mientras tanto, Standard & Poor’s degradó la perspectiva para siete bancos del Reino Unido a “negativa”, lo cual significa que hay una posibilidad de tres a uno de que reduzca sus calificaciones en los próximos seis meses a dos años.
Espantados por el Brexit, los inversionistas de muchas compañías —notablemente aquellos en propiedades— empezaron a solicitar el retiro de su dinero. Como resultado, para el 6 de julio, siete fondos de propiedades, compañías que invierten en bienes raíces, habían suspendido temporalmente el comercio de sus acciones. El 1 de julio, el ministro de finanzas del Reino Unido al momento de escribir esto, George Osborne, anunció que abandonaría su política de 2015 de restaurar las finanzas del gobierno a un superávit para 2020.
Ese tipo de noticia haría que la mayoría de los votantes, ya sea que votaran por la Permanencia o la Salida, así como cualquiera que resulte afectado por la agitación económica en Gran Bretaña (que es prácticamente toda persona en el planeta), anhele un salvador.
Carney no es un superhombre económico con poderes ilimitados, pero sí tiene una influencia real. Como gobernador del Banco de Inglaterra, sus responsabilidades principales son asegurar la estabilidad monetaria y financiera de Gran Bretaña. Para ayudar a lograr lo primero, él está a cargo de la política monetaria, controlando la oferta de dinero mediante ajustar las tasas o usar la expansión cuantitativa. Hasta 1997, el gobierno controló las tasas de interés. El ministro de finanzas del Reino Unido se reunía con el gobernador mensualmente, y juntos establecían las tasas. Ese proceso tremendamente politizado llevó a tasas a menudo ajustadas para adaptarse a las metas del gobierno. En 1997, Gordon Brown, entonces ministro de finanzas, tomó la decisión de cederle la política monetaria al banco, diciendo que él quería “romper la economía de grandes altibajos de años previos”.
El segundo deber del gobernador —asegurar la estabilidad financiera— es nuevo. En 2012, Osborne anunció una Ley de Servicios Financieros que pondría al banco a cargo de regular el sector financiero del Reino Unido y sus bancos. Antes de esto, compartía esa responsabilidad con el gobierno, llevando a un marco regulador que Osborne llamó “incoherente”.
El 1 de abril de 2013, tres meses antes del primer día de trabajo de Carney, el banco asumió la responsabilidad única de regular los bancos comerciales de Gran Bretaña. Ello puso a Carney a cargo de reducir los riesgos financieros generados por los bancos. Él también era ahora un prestamista de último recurso en épocas de tensión financiera.
Los bancos de Gran Bretaña parecen estar comportándose bien, pero son los votantes y políticos del país quienes han hecho tan desafiante el trabajo de Carney. Waltraud Schelkle, profesora adjunta de economía política en la Escuela de Economía y Ciencias Políticas de Londres, dice que Carney tiene dos maneras primarias de tranquilizar a los mercados y los consumidores. La primera es recortar las tasas de interés con la esperanza de que los préstamos más baratos alienten a la gente a gastar dinero, dándole un empuje a la economía; la segunda es aumentar la liquidez, la facilidad con que pueden comprarse o venderse bienes sin afectar su precio.
Carney usó ambas herramientas cuando ayudó a guiar a Canadá por la crisis financiera de 2007 a 2008, recortando las tasas de interés a casi cero por ciento y llevando a cabo acuerdos de compra y reventa, cuando el banco central compra valores del tesoro y los vende de vuelta al banco al día siguiente para impulsar la liquidez.
Poco después del brexit, Carney anunció una medida que aumentaría la liquidez rápidamente. En su conferencia de prensa del 5 de julio, él dijo que el banco había decidido que los bancos podían abandonar temporalmente un fondo basado en bienes que previamente tuvieron que mantener en reserva en caso de cambios en el clima financiero. La medida liberó 195 000 millones de dólares para que los bancos los prestaran, pero no evitó que la libra cayera a un mínimo histórico de 1.28 dólares al día siguiente.
Blanchflower dice que no puede esperarse que Carney salve a la economía él solo. El gobierno, que establece la política fiscal, recaudando impuestos y gastando dineros públicos, necesita ayudarlo. “Necesitamos que la política fiscal y la monetaria trabajen en conjunto”, dice él. “Eso es lo que nos metió en el hoyo de 2009 [durante la crisis financiera]”.
Pero con el partido gobernante preocupado por un cambio en su dirigencia de David Cameron a Theresa May, el cual se anunció el 11 de julio, tenía poco tiempo para enfocarse en cualesquiera cambios en la política fiscal.
Durante la competencia por la dirigencia, Osborne fue una especie de hombre de paja. Él tal vez ha sentido que su papel es, por lo tanto, dirigir la economía como siempre y no hacer cambios importantes a la política del gobierno. (Después del referéndum, a Osborne le tomó tres días hacer una aparición en público. Los usuarios de Twitter hicieron circular el hashtag #DondestáGeorge.) Aun cuando Osborne aseguró a los mercados y al pueblo británicos el 27 de junio que él tenía “planes de contingencia fuertes” para manejar las repercusiones económicas del brexit, no los explicó a profundidad.
Su respuesta lenta podría explicar por qué, el 30 de junio, Carney dijo a los reporteros: “Parte del plan [del banco] es decir la verdad implacable. Y una verdad incómoda es que hay límites a lo que el Banco de Inglaterra puede hacer”.
A pesar de esos límites, Carney y el banco siguen tranquilizando a los financieros y el público con que están bien equipados para lidiar con el Brexit. El 5 de julio, Carney dijo que el banco ha implementado medidas de contingencia en los últimos meses para tratar de evitar la inestabilidad financiera. Como resultado, los principales bancos británicos ahora tienen cuatro veces más activos líquidos de alta calidad de los que tenían antes de la crisis financiera de 2007-2009.
Blanchflower dice que Carney está haciendo exactamente lo que se supone que un gobernador debe hacer para tranquilizar a los mercados. “Tienes que hablar con calma y decir: ‘El Banco de Inglaterra está al pendiente de esto, y tenemos un plan’”.
Pero las palabras tranquilizadoras solo tienen cierto alcance, y hay mucho que Carney no puede hacer. Él es incapaz de participar en negociaciones con la UE con respecto a si el Reino Unido mantendrá un acceso al mercado único europeo. Él también es incapaz de influenciar en la política fiscal. Así que el designado como adulto económico de Gran Bretaña tendrá que hacer lo que todos los demás en su país adoptivo está haciendo al momento: esperar que los líderes políticos de Gran Bretaña descifren cuál es exactamente su propio plan para sacar al Reino Unido de la UE.
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Publicado en cooperación con Newsweek /Published in cooperation with Newsweek