Desgracia en mina le dio sonrisa de bolero

Salomé González tenía 19 años de edad cuando, por descuido, resbaló a la vía en la que se desplazaba la pesada canastilla metálica con la que extraían plata y oro en la mina de San Juan Pachuca.

En un abrir y cerrar de ojos, la máquina principal, que jalaba las canastillas desde las profundidades de la tierra, le rebanó ambas piernas, a la altura de las rodillas. Fue una experiencia dolorosa, pues le amputaron las extremidades, a la altura del muslo, para que no se gangrenaran.
En 1960, cuando ocurrió el percance en la mina, no existía el Seguro Popular o un plan médico de rehabilitación para ayudar a los trabajadores que se accidentaban en este oficio. Por ello, a don Salo, como lo conocen ahora que bolea zapatos en el centro de la ciudad, la empresa minera lo declaró muerto por accidente y le ofreció dinero como indemnización.
Hoy, a 37 años del accidente, mantiene en su vida una filosofía que lo ha mantenido estoico, con fe y esperanza: la confianza y la despreocupación, como cuando una gota de lluvia cae al mar, aunque es pequeña sabe que, al final, será uno con el océano, dice.
“Me dicen que tome la vida como sin nada, y así lo he hecho. Todos me conocen cómo soy y sigo como si no hubiese pasado nada, pues mientras sigamos con vida, hay que darle para adelante, pues soy feliz y mi vida la tengo muy segura con Dios de mi lado”, responde Salomé con una sonrisa.
Oriundo del barrio La Alcantarilla, se empleó como bolero en las calles céntricas de Pachuca un año después del accidente en la mina, convirtiendo en su lugar de trabajo la esquina de las calles Ignacio Zaragoza y Matamoros, frente al Reloj Monumental de Pachuca.
Ahí, todos los días, en punto de las 6:45 de horas, llega a sacar su carrito de bolero que le dejan guardar en la Tesorería de Pachuca. Hoy sus obstáculos para seguir adelante son la enfermedad y la lluvia.
Mientras se arrastra a una zona donde pega el sol, para calentarse, don Salomé asegura que le “ha dado grasa” a un sinfín de políticos y hasta artistas de cine y de televisión que caminaron por la ciudad.
“Uno de ellos fue el exalcalde del PAN José Antonio Tellería.
“Una vez me tocó darle grasa a Polo Polo. Me contó muchos chistes muy vaciados; incluso, hasta me tocó uno que otro albur, pero fue muy divertido”, recuerda
También ha vivido la evolución del centro de la ciudad. Particularmente, asegura, “me gustaba más antes cómo estaba la plaza: recuerdo que era más grande, habían más jardineras y árboles; se podía respirar mejor”.
Una boleada, con todo y tinta, la cobra en 15 pesos; mientras, un cambio de color de un par de zapatos vale entre 30 y 40 pesos. Aunque su trabajo es variado, en un buen día da 15 y 20 boleadas. Con lo que gana ayuda, a su familia.
El hombre discapacitado aprovechó el medio para pedir a las autoridades municipales “que me echen la mano”, pues hace unos años su casa de lámina y adobe se vio afectada por las lluvias debido a una calle dañada por un deslave.
“He ido a Obras Públicas municipal a pedir su apoyo para que reparen la calle que se afectó por las lluvias, pues ahora cada vez que llueve el agua se mete a mi casa. Me dicen que van a subir (al barrio La Alcantarilla) a ver los daños, pero no lo hacen. Espero que la nueva presidenta Yolanda Tellería me eche la mano; en verdad se lo agradecería mucho”.