Se despide Francisco: ¡No más muerte ni explotación!

CIUDAD
JUÁREZ, Chih.- En el último día de su periplo por México, Jorge Mario Bergoglio
dirigió mensajes que son un condensado de los males que devastan al país y que
en esta frontera convergen desde hace años:
la corrupción, el fracaso del
sistema de seguridad y de justicia, la marginación, la prevalencia del sistema
económico que despoja de dignidad a trabajadores esclavizados, la atrocidad en
la vida de los migrantes. Pero de todo ello, ni funcionarios ni hombres de
empresa se sintieron aludidos.

“He
querido encontrarme con ustedes en esta tierra de Juárez, por al espacial
relación que esta ciudad tiene con el mundo del trabajo”, dijo el Papa al
inicio de su encuentro con el sistema laboral en su conjunto, al que acudieron
unos 400 empresarios, entre ellos los artífices del modelo maquilador causante
del crecimiento desarticulado de la región
, en la que una mayoría abrumadora
vive en condición de pobreza e inseguridad.

“Uno
de los flagelos más grandes a los que se ven expuestos sus jóvenes es la falta
de oportunidades de estudio y de trabajo sostenible y redituable que les
permita proyectarse, generando en muchos casos situaciones de pobreza y
marginación. Y esta pobreza es el mejor caldo de cultivo para que caigan en el
círculo del narcotráfico y de la violencia”, añadió en medio de aplausos de
quienes estaban siendo interpelados.

Foto: AFP

Entre
la audiencia, que sumó poco más de tres mil asistentes entre trabajadores,
académicos, activistas, políticos y empresarios, se hallaban el gobernador
César Duarte, quien un día antes habló maravillas sobre las condiciones
actuales de la ciudad y el estado mismo
, y Pedro Joaquín Coldwell, el
secretario de Energía que ha señalado a Chihuahua como el modelo más acabado
del futuro que depara la reforma energética.

La
pujanza que tanto Duarte como Coldwell presumen desde hace meses, ha gestado
desplazamientos, homicidios, desapariciones y despojo de tierra no solamente en
Juárez, sino a través del corredor por el que habrán de introducirse
gasoductos, construirse ciudades nuevas, megaestructuras viales, parques de
paneles solares y exploración del subsuelo mediante técnicas de fractura
hidráulica en busca de gas y petróleo.

En
medio de la euforia que reinó en el encuentro, la activista Luz Elena Castro
entregó a Francisco un listado con más de 300 nombres de víctimas de
desaparición forzada
que fueron residentes de un solo municipio, Cuauhtémoc, en
la región centro sur de la entidad. El Papa se quedó también con cartas
escritas por hijos de varios de esos desaparecidos, y escritos de madres con
hijas secuestradas o víctimas de homicidio, que suman más de 2200 desde 1993.

Previamente,
en el primero de los tres encuentros, Bergoglio habló ante unos 700 internos
del Centro de Readaptación Social número III, decretado en 2010 como el penal
más peligroso de América Latina.

Foto: AFP

“Ya
tenemos varias décadas perdidas pensando y creyendo que todo se resuelve
aislando, apartando, encarcelando, sacándonos los problemas de encima, creyendo
que estas medidas solucionan verdaderamente los problemas”, dijo en ese
recinto, donde otros 2300 presos permanecieron aislados, sin posibilidad de
verlo.

“El
problema de la seguridad no se agota solamente encarcelando, sino que es un
llamado a intervenir afrontando las causas estructurales y culturales de la
inseguridad, que afectan a todo el entramado social. Las cárceles son un
síntoma de cómo estamos como sociedad
, son un síntoma en muchos casos de
silencios y omisiones que han provocado una cultura de descarte”.

Francisco
siguió de allí al recinto en el que lo aguardaban empresarios, políticos y una
representación de trabajadores. La sede fue un gimnasio construido en parte de
lo que antes alojó a la Escuela Superior de Agricultura Hermanos Escobar, que
en 1993 fue clausurada mediante un acto violento por el entonces gobernador
Francisco Barrio Terrazas, en aras de la modernidad.

El
Papa fue apremiante cuando se dirigió ante ellos.

“¿Qué
mundo queremos dejarles a nuestros hijos?”, les inquirió. “¿Qué quiere dejar
México a sus hijos? ¿Quiere dejarles una memoria de explotación, de salarios
insuficientes, de acoso laboral o de tráfico de trabajo esclavo?
¿O quiere
dejarles la memoria de la cultura de trabajo digno, del techo decoroso y de la
tierra para trabajar? ¿En qué cultura queremos ver nacer a los que nos
seguirán? ¿Qué atmósfera van a respirar? ¿Un aire viciado por la corrupción, la
violencia, la inseguridad, la desconfianza o, por el contrario, un aire capaz
de generar alternativas, generar renovación y cambiamiento?”.

Foto: AFP

En
el acto final, una misa en las márgenes del río Bravo, que pudo ser atestiguada
por unas 50 mil personas del lado estadounidense y más de 200 mil en la parte
mexicana, el Papa volvió sobre el tema de la violencia. Enfatizó sobre el
feminicidio y la crueldad de quienes han construido el sistema descarnado que
se ceba sobre los migrantes, a quienes hizo una ofrenda en lo alto de una
plataforma desde la que apreció el límite entre los dos países.

El
camino que siguen quienes emigran está “cargado de terribles injusticias, donde
esclavizados, secuestrados, extorsionados, muchos hermanos nuestros son fruto
del negocio del tránsito humano.
[…] No es posible ignorar la crisis
humanitaria que en los últimos años ha significado la migración de miles de
personas por carretera, inclusive a pie, atravesando cientos de kilómetros por
montañas, desiertos, caminos inhóspitos”.

Se
trata de un fenómeno, dijo Bergoglio, que golpea a los más desposeídos.

“No
sólo sufren la pobreza sino que encima sufren estas formas de violencia. [Es]
una injusticia que se radicaliza en los jóvenes, ellos, carne de cañón, son
perseguidos y amenazados cuando tratan de salir de la espiral de la violencia y
del infierno de las drogas. Y qué decir de tantas mujeres a las quienes se les
ha arrebatado injustamente la vida […] ¡No más muerte ni explotación!”,
remató.