La enorme
reserva de droga de ese país es uno de los muchos problemas que frenan los
esfuerzos de Estados Unidos para reconstruir Afganistán, de acuerdo con John
Sopko, el inspector general especial para la reconstrucción de Afganistán.
Sopko hizo estos comentarios la semana pasada en un discurso pronunciado en la
Facultad de Medicina Weill Cornell de Nueva York.
Estados Unidos
no está ganando la guerra contra las drogas ni en Afganistán ni en su propio
territorio, afirmó Sopko.
“Sin duda,
muchas de las personas que se encuentran aquí están dolorosamente
familiarizadas con las consecuencias humanas de este doble fracaso”, dijo Sopko.
La Organización
de las Naciones Unidas calcula que el cultivo de opio en Afganistán se
incrementó 7 por ciento el año pasado y constituye 90 por ciento del suministro
de esa droga en todo el mundo. Tanto NU como Estados Unidos señalan que
Afganistán tiene alrededor de 500 000 acres, o 780 millas cuadradas, de tierras
sembradas con opio, lo cual equivale a 400 000 campos de fútbol americano,
incluyendo los márgenes.
“Esta enorme
área dedicada al cultivo del opio alimenta una enorme adicción a la heroína que
ha provocado muchas tragedias y crímenes en todo el mundo, incluido este país,
además de constituir una amenaza estratégica. Los impuestos sobre el opio son
una importante fuente de ingresos para los insurgentes afganos y un poderoso
incentivo para la corrupción entre los funcionarios de ese país”, destacó Sopko.
El creciente nivel
de producción de opio continúa a pesar de la inversión de 8.4 mil millones de
dólares en programas antinarcóticos en Afganistán. El año pasado, Estados
Unidos logró reducir el cultivo de amapola únicamente 1 por ciento, dijo Sopko.
Desde 2002,
Estados Unidos ha gastado más de 110 mil millones de dólares en la
reconstrucción de Afganistán, lo cual, ajustado de acuerdo a la inflación, ha
tenido un costo mayor que el de todo el Plan Marshall Plan, puesto en operación
después de la Segunda Guerra Mundial. Se han establecido compromisos para entregar
miles de millones de dólares más. Aunque hay algunos resultados positivos, como
más escuelas, menores índices de mortalidad maternal e infantil, y la
construcción de caminos, centrales de energía e instalaciones de irrigación, la
lista de problemas es numerosa, afirmó Sopko.
“Los
profesionales de SIGAR han documentado detalles de clínicas financiadas por
Estados Unidos que carecen de personal o de medicamentos, escuelas que pueden
desplomarse sobre sus ocupantes por estar mal construidas, contratos que no
fueron cumplidos apropiadamente o que no fueron cumplidos en absoluto,
aeronaves que los afganos no pueden pilotar o ni siquiera dar mantenimiento,
listas de soldados que no pueden ser verificadas, ayuda monetaria a la que no
se puede dar seguimiento y muchos otros ultrajes”, dijo.