Antonio Castro: “La adrenalina de la autodestrucción erotiza”

Hace 140 años Carmen cimbró los escenarios donde se presentó por vez primera. La temática del empoderamiento femenino no era bien vista en esa época; hoy es un tema seductor y atrayente.

En una moderna adaptación, el director de teatro Antonio Castro tutela Carmen, teatro y flamenco, una obra adaptada por Ximena Escalante que se presentará todos los domingos de marzo en el Lunario del Auditorio Nacional, en la ciudad de México, para luego pasar por diversas ciudades de la República.

En la obra participan la cantante española Sylvia Pantoja, la bailaora mexicana Leticia Cosío y quince actores más. Versa sobre un atractivo pugilista —rol interpretado por el actor Roberto Romano— que sostiene una relación prohibida con una mujer sensual y decidida, por la que está dispuesto a renunciar a todo.

Charlamos con Castro, quien cuenta con gran reconocimiento en el ámbito teatral, ya que ha construido un puente entre obras con gran profundidad y al mismo tiempo exitosas ante el público, como lo han sido 1822, el año que fuimos imperio, de Flavio González Mell, o Don Giovanni,de Mozart, en una versión de José Saramago.

“Que una mujer se manifieste sexualmente aún se estigmatiza y sigue siendo permisible en los hombres. Esta liga entre muerte y erotismo se me hace muy interesante. José tiene una novia muy linda, y tiene todo, sin embargo, va a tirarse de cabeza por quien no debería, ese impulso de autodestrucción lo veo no solo en los hombres, sino también en las mujeres; el síndrome del chico malo es lo de hoy… La adrenalina de la autodestrucción erotiza”, comenta el director.

—¿El último libro que leíste?

—Fragmentos del Mahabharata, mi hermana es sanscritista, ella guía muchas de mis lecturas.

—¿La última canción que no te puedes sacar de la cabeza?

—“La habanera”, a propósito de Carmen, donde dice: “Si tú me amas no hay problema, pero si yo te amo ahí sí ya te voy a destruir”.

—¿Tu última hazaña profesional por realizar?

—Cuesta trabajo decir cuál sería la última, da hasta miedo pensarlo porque es como una especie de despedida. Me siento muy afortunado de haber encontrado desde tan joven una vocación en el teatro y espero que mi último trabajo sea en el teatro.

—¿La última vez que la humanidad te decepcionó?

—Si vives en la ciudad de México ocurre cada cinco minutos. No precisamente la humanidad, pero hay muchos seres humanos que en su mezquindad hacen pensar que la especie no tiene futuro. Si manejas te das cuenta en minutos.

—¿La última vez que pensaste en una esperanza para la humanidad?

—Tengo una amiga que es neurofisióloga, me invitó hace poco a su laboratorio a ver una molécula de la vitamina B12, y me pareció maravilloso y hermosísimo que pudiéramos acercarnos tanto.

—¿El último recuerdo que te gustaría tuvieran de ti?

—Que me recordaran como una buena persona. Odio la idea de los artistas que justifican en nombre de su obra todas sus trapacerías, pero es más importante ser una buena persona. Que dijeran que era apasionado con mi trabajo y un buen tipo.

—En una hipotética última cena, ¿a qué personajes de la historia invitarías a tu mesa?

—Hay una vena hedonista por supuesto. Me hubiera gustado ser amigo de Antônio Carlos Jobim y haber estado con él en Ipanema disfrutando unas caipiriñas mientras veíamos a esas mujeres tan guapas. Con Vinícius de Moraes y toda esa pandilla de gente que creo que se la pasaba muy bien. En la época isabelina, en una de esas tabernas con Marlowe y Shakespeare y ver cómo se gritoneaban después de cada obra y, por supuesto, ver las obras de teatro.

—¿Tus últimas palabras?

—Diviértanse y disfruten.